viernes, febrero 18, 2005

“Dios mío, Dios mío...¿Por qué nos has abandonado?”

Hace pocas semanas asistí a una conferencia que ofrecía la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) en la que se daba un reporte sobre la situación de los periodistas y la libertad de prensa en Colombia. Esta reunión estaba encabezada por la directora de la fundación, Maria Teresa Ronderos; por la vocera, Juliana Cano y por un representante de Reporteros sin Fronteras-Suecia.

Durante la reunión se trataron temas tan delicados como el asesinato, secuestro, agresión y demás impedimentos de la libertad de expresión, que dieron a entender que, efectivamente y como lo han informado otras organizaciones referentes a este tema, el periodismo en Colombia es más que una odisea.

Aunque según la FLIP, en comparación con los años anteriores la situación a mejorado un poco, no deja de ser grave que muchos comunicadores tengan que temer por su vida y la de sus familias sólo por el deber de informar.

Haciendo un resumen de la situación actual, sólo una persona, que, aunque no era periodista, se encargaba de llevarle información a la gente, fue asesinado mientras repartía copias de un periódico de Santa Marta que se había agotado a raíz de una noticia de interés local y nacional; mientras que en los dos años anteriores – 2002 y 2003 - fueron asesinados tres y cinco personas respectivamente.

Otra noticia “alentadora” es que durante el 2004 sólo hubo dos atentados contra medios de comunicación, y en el 2002 se registraron 10 casos. En cuanto al secuestro de periodistas, no se registró ninguno el año pasado.

Todas estas amenazas llevan a los informadores a autocensurarse, cosa que de una u otra manera también atenta contra la libertad de expresión. “Muchos de los presentes dijeron que no se publican muchas de las informaciones, pues hay miedo por parte de los medios de las posibles retaliaciones por parte de poderes ilegales peligrosos como paramilitares, narcotraficantes y algunos funcionarios locales”.

Al ver todas esas cifras, lo que cualquier periodista se llega a preguntar es ¿y entonces yo que hago aquí?...la respuesta es muy sencilla, el deber de informar y el derecho de comunicar. Sin embargo, en muchos casos puede más el amor por la vida que la necesidad de dar una noticia.

Aquí es donde se genera el verdadero debate: ¿Hay realmente garantías para el ejercicio del periodismo en Colombia?...esta es una pregunta que quedará abierta para discusión durante mucho tiempo, y mientras que no se responda, los periodistas tendremos que alzar los ojos al cielo, y decir: ¿Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?

NOTA: La cita y los datos dados anteriormente, fueron tomados del reporte entregado por la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP).

BOGOTÁ TIENE MUCHAS PULGAS

Domingo en la mañana, con el día más soleado que nunca, uno se pregunta: ¿A dónde ir hoy?, pues bien, ahora el tan conocido “Mercado de las Pulgas” está dentro de los sitios obligados para pasar un fin de semana en familia en Bogotá.

“El pulguero”, como se le conoce a este grupo de personas que cada domingo van a vender sus cosas, comenzó en la 119 con 5º con la Asociación de Expositores “Toldos de San Pelayo”, y a partir de ahí se han montado infinidad de estos mercados en diferentes puntos de la ciudad, desde el norte hasta el centro de la capital. Así que puede estar seguro de que habrá un “Mercado de Pulgas” cerca a usted.

¿Pero qué es lo interesante de este lugar?, Allí existen una variedad de tiendas en donde se vende de todo un poco y un poco de todo a un precio bastante cómodo para el desprevenido visitante. Si usted es fanático de las antigüedades, este es el lugar preciso donde las puede conseguir; o si a usted le gusta la música, aquí podrá encontrar discos compactos que seguramente no conseguirá en una tienda de discos normal.

Si necesita ropa, artesanías, pinturas, libros, o hasta adornos para su casa, este es el lugar indicado. Eso si, sí usted no está de acuerdo con el precio que le ofrecen, siempre existe la posibilidad de “regatear” y llevarse los souveniers al valor que más le convenga, pues las personas que allí trabajan lo único que buscan, como en todo, es la satisfacción del cliente.

Pero, si lo que busca es dispersarse un poco, “el pulguero” no sólo es para comprar lo que necesite, aquí también se puede compartir con la familia o los amigos, una taza de buen café y un delicioso postre hecho en casa.

Todas estas son las ventajas de un sitio que a través de los años se ha convertido en parte de la tradición capitalina y que ya sea de local o visitante, es inevitable pasar por alto.